martes, 29 de junio de 2010

Una Declaracion de Perdón

Quisiera darme la noble oportunidad, la redentora ocasión que posee todo ser humano de pedir perdón. No son disculpas las que emergen del corazón y la conciencia, porque las disculpas son el remedio a un agravio sencillo o a alguna falta involuntaria, sin embargo la petición de perdón nace de una posible reconciliación entre el alma propia y el alma de los demás, entre la vida de uno mismo y la vida del prójimo.
Siento francamente que me he equivocado en algunos y no pocos aspectos de mi vida. Tales equivocaciones no solo han causado daño material y emocional a mi propia persona, sino también han causado perjuicio a mi entorno más cercano. La inexperiencia, la ineptitud, la adolescencia, la falta de madurez emocional, todos estos factores podrían explicar todas mis faltas, podrían explicarlas, pero no justificarlas en ningún grado.
Soy un hombre que desde la infancia fue educado en los valiosos principios cristianos, la nobleza de la honestidad, lo útil de la responsabilidad, la amabilidad de la bondad, la gran estima que hay que tenerle al amor, la sabiduría, la justicia y el poder. Agradezco inconmensurablemente a Dios por brindarme unos padres que me guiaron en la doctrina pura del cielo y en la moral de Jesús expuesta en los evangelios. Me desenvolví así los primeros años de mi vida bajo el amparo de la rectitud y la buena enseñanza, se me inculcaron los más bellos valores y con ellos el más hermoso conocimiento del que tenga consciencia hasta el día de hoy. Me enseñaron a creer en un mundo mejor y la enseñanza de mi familia fue una pequeña muestra de aquel mundo perfecto, fui criado para vivir con miras en otra realidad muy distinta a esta la que existe.
Hoy, ya después de un tiempo alejado de las misericordias de Dios he logrado crecer en ciertos aspectos, pero sin duda me he abismado en otros. Sí he cometido errores, lo confieso abiertamente. He honrado la educación de mis padres mediante mi continuo esfuerzo, aprendí de mi padre su espíritu de sobrevivencia, he proyectado en mi mente grandes proyectos para mi vida, grandes sueños, grandes ilusiones puestas en mí mismo. Todo eso porque llevo puesta en la cabeza la mente de mi padre, y en el pecho resuenan las esperanzas de mi madre. Creo en mi mismo porque mis padres me enseñaron a creer en mí, pretendo ser el mejor en lo que hago no para mi propia gloria, sino para la gloria y honra de ellos. Sin embargo me he desviado del sendero en ocasiones y me he sentido amargamente abatido por el pesimismo, la frustración, la vanidad, el falso orgullo y la desidia o falta de voluntad. Han sido largos cinco largos años de padecimiento y lucha desde que salí de la enseñanza media, el ser bueno y blanco que habita la mitad de mi corazón fue ampliamente sobrepasado por el vil ser oscuro y retorcido que vaga por el resto de mi existencia. El bien y el mal han guerreado intensamente y sin tregua en los territorios de mi alma. De tales luchas he salido gravemente dolido, casi odiándome a mí mismo, cedí a la deshonestidad y a la mentira, incluso al engaño, busque los placeres que negué a mi espíritu, en los placeres del cuerpo. En comparación a lo que fui, llegue a ser un muchacho miserable.
Por esta amarga razón, les pido perdón a todos a quienes he defraudado y desilusionado, a Dios en primer lugar por haberme apartado de su modelo, a mis padres por las lágrimas que cayeron de sus ojos y las noches de mal sueño por causa mía, a los amigos que he perdido por perder yo mi propio norte en la vida. Perdón a los que herí con la mirada, las palabras que salieron torpemente de mi boca o con estúpidas e infames acciones. Perdón por la falta de solidaridad que he demostrado, con la falta de cuidado con mi entorno más cercano, perdón por soñar demasiado y desligarme de esta vida verdadera. Perdón por mis enojos y mi clara falta de modestia en ciertas ocasiones. Perdón por dar la espalda y no abrir los brazos a quienes me necesitaban y perdón por abrir los brazos y no dar la espalda a las superficialidades de este extraño mundo.




Perdón por esconder lo mejor de mi persona y mostrar una máscara lóbrega y defectuosa en extremo. Me pido perdón a mi mismo por haber aletargado mis sueños en una espera casi sacrílega.
Perdón por todo lo malo y tan poco de bueno, perdón por las expectativas creadas en vano en torno a mis talentos y aptitudes, perdón por los fracasos que lleve arrastrando hacia sus puertas.
Pero hoy, que he aprendido de los errores y fatalidades de mi pasado, que he despertado finalmente y he salido de mi propio agujero, pretendo remediar en parte mi ausencia y en totalidad mis carencias. Creo que todos tenemos la oportunidad de recomenzar, de olvidar los rencores, de desechar el odio y la apatía, solamente uno decide cuando debe o puede nacer de nuevo.
Aun en mis peores circunstancias había un dejo, una muestra, un poquito de bondad en mí y en mis sentimientos, creo que nunca he renunciado totalmente a mi verdadera identidad ni a mis raíces.
Es por ese motivo que he decido volver a luchar tenazmente por los sueños que se hallaban empolvados, volver a sonreír con más ganas que nunca, volver a creer en la amistad verdadera, en el amor, en las grandes posibilidades que tienen todos y que tiene todo.
Sé que el camino desde aquí para adelante no estará libre de obstáculos y problemas, al fin y al cabo esta vida es así, pero pretendo afrontar cada dificultad con más entereza y mejor ánimo, con más esperanza y mayor energía.
Quisiera brindarle a esta vida y a este mundo todo de mí, la totalidad de mis ojos brillantes, toda la genialidad que pueda generarse en mis reflexiones y todo el amor burbujeante que tengo reservado para mi Familia, la Poesía, mi Carrera y la mujer que pronto tendré al lado.
Dedico esta misiva a mis amados y añorados Padres, a todos los que en mi penuria he defraudado y a todos en los que en mi penuria aun siguieron creyendo en mí.
Ahora vuelvo a volar más alto y a sonreír más ancho, gracias a la vida, gracias a los libros, gracias al tiempo, gracias al espacio, gracias a la primavera y a las voces de mis padres.
Heme aquí que he vuelto a vivir más cerca de la verdadera vida.